Hoy queremos enseñaros un magnifico restaurante, que además de lo elegante que es, se pueden disgustar muchas comidas muy buenas, y así podemos hacerle propaganda a este magnífico restaurante. Aquí os dejamos nuestra versión después de un almuerzo allí.
Este magnifico restaurante se hace llamar Alejandro y se sitúa en el Puerto Pesquero de Roquetas.
El local de corte moderno y elegante,
muy amplio, bien distribuido. Tras pasar la recepción y sala de espera
el espacio del restaurante se divide en la sala principal y otra un poco
más pequeña destinada a fumadores. La cocina, acristalada casi en su
totalidad permite ver el ir y venir de Alejandro y su equipo desde las
cómodas mesas. Vajilla, cristalería, mantelería y menaje a la altura de las circunstancias.
Recepción correcta y atenta, pedimos un cambio de mesa para situarnos junto a la cocina, frente a lo cuál no hubo ningún problema.
Tras solicitarnos los vinos de aperitivo, Alejandro se personó en la mesa para informarnos y asesorarnos sobre su cocina.
Bodega y demás.
El pan.
Muy contundente y compacto estilo pueblo, el primer servicio que se nos
realizó estaba excesivamente horneado, la corteza demasiado gruesa y
dura. Los siguientes servicios fueron perfectos. Acompañaban al pan dos aceites, uno elaborado con aceituna Picual, intenso, agresivo, ácido y otro de arbequina muy frutal aromático y equilibrado.
Aperitivos.
Kir Royal. Obsequio de la casa.
Cava Juve y Camps Milesimé 2006.
Obsequio de la casa. Un excelente espumoso elaborado íntegramente con
la variedad Chardonnay y 24 meses de crianza en botella. Obsequio de la casa.
Regañás con salmorejo.
Excelente salmorejo acompañado de este pan plano tradicional de
Andalucía que acompaña a muchos aperitivos, entre ellos el jamón. Foto
arriba a la izquierda, bol cuadrado.
Tres aperitivos, servidos en el plato de pizarra.
Tortilla de camarón, crujientes y deliciosas
Chicharrón de bacalao. La tripa del bacalao, crujiente, perfectamente hinchada, para nada grasa y aromatizada con unos toques cítricos.
Bocadillo de jamón.
Minúscula e interesante elaboración de pan, hinchada y hueca en su
interior, totalmente crujiente, perfumada con jamón y una espuma de agua
de tomate.
Sopa de patata con arenque y tomate seco. Cremosa
y ligera sopa de pata con sabor ahumado proporcionado por el bacón que
interviene en su elaboración. La sardina, ligeramente salada, acompañaba
a la perfección la dulzura de la patata junto con el tomate seco, un
aceite de albahaca y una espuma cítrica. Un conjunto perfecto que aunaba
prácticamente todos los sabores.
Degustaciones.
Ostra con ceviche de ruibarbo.
Excelente ostra únicamente condimentada con unas gotas de aceite y una
hojita de perifollo; el ruibarbo ligeramente compotado actuaba como si
de limón se tratase. El conjunto resultaba una interesante combinación
del sabor marino de la ostra y el dulce-ácido del tallo.
Sardina marinada, ajoblanco y uvas.
Perfecto marinado de la sardina que conservaba toda su frescura y
rigidez. El ajoblanco perfectamente ejecutado, de intenso sabor a
almendra y perfectamente equilibrado con el ajo, de textura algo más
consistente para adecuarlo al plato. Guarnecían el plato unas uvas
moscatel y huevas de pez volador que aportaban su agradable textura.
Canelón de trufa de verano con puntilla salteada.
Una lámina de pasta fresca envuelve una cantidad más que importante de
“tuber aestivium”, con su sutil recuerdo a frutos secos. Sobre el
canelón un salteados de setas –trompetas de la muerte entre ellas- y
chipirones. Los jugos de estos últimos, tiernos a más no poder cumplían
la función de salsa necesaria para el plato.
Menestra de verduras con almejas.
En la base del plato una sopa de perejil, de una potencia aromática y
gustativa increíble. Unos buñuelos de patata, espárragos blancos,
alcachofas, trompetas de la muerte, rebozuelos (rossinyols) y boletus
(ceps) y unas excelentes almejas simplemente pasadas por calor para
poderlas extraerlas de su concha conformaban el plato.
El
plato más turbador de la noche, la sopa una explosión de perejil, pero
sin llegar a ser agresiva, la patata en forma de buñuelo, muy delicados y
suaves; el resto de ingredientes con cocciones brillantes y unas
almejas que con su “dulzor” y notas marinas equilibraban la potencia y
acidez de la sopa. De diez.
Gamba blanca. Poco a comentar, una gamba de extrema calidad a penas cocinada a la sal. Sabor y textura únicos.
Gamba roja. Podemos aplicar lo anteriormente dicho sobre la gamba blanca, una calidad insuperable y una cocción a la plancha cortísima.
Galanes. Loritos,
pez loro, raors. Diferentes denominaciones para esta excelente y
acreditada especie en los últimos tiempos. Servidos en una correcta
fritura. A nivel personal prefiero a los loritos cocinados a la plancha,
pero dentro de este marco y ubicación lo más indicado es sin lugar a
dudas la fritura.
Solomillo Wellington al revés.
La única degustación no marina de la noche. Un plato inspirado en el
conocido solomillo. La construcción del plato estaba compuesta por una
porción de foie-gras y trompeta de la muerte envueltas en una pasta
“filo”, horneado y recubierto posteriormente por un carpaccio de
ternera, carne que prácticamente se deshacía por su calidad y textura.
Unos brotes decoraban el conjunto. Un gran plato dentro del contexto del
menú y como broche final al apartado salado.
Postres
Piedra del desierto.
Desde
buen principio, nada más acomodarnos en la mesa, nos llamó la atención
los cactus que decoraban las mesas, acordes con la sobriedad del local, y
nos llamaron también la atención por el hecho de que le gustan mucho a
un familiar nuestro. En concreto el mencionado cactus es un lithops, originario de la zona de África del Sur.
Planta y postre compartían recipiente, para uno cumplía las funciones de maceta y para otro de plato.
La base del postre
una trufa de chocolate cremosa y potente, diferentes bizcochos y
galletas a modo de tierra, jugando con sabores dulces y amargos. El cactus, una trufa de chocolate blanco y té verde, cremosa y suave, con el sutil sabor de la hoja de té. Una salsa de limón emulsionada completaba el juego de sabores.
Hay que destacar
que este era el postre que cerraba el menú degustación. Como si se
tratara de una película o de un cuento aquel detalle inicial presente en
una mesa muy austera se convertirá en el broche que cierra una
estupenda experiencia gastronómica.
Una
apuesta que sorprende en lo sensorial y una mezcla de texturas que
recuerdan perfectamente la aridez y la bondad del desierto que rodea la
costa de Roquetas.
Postres a la carta
Arroz con leche de coco, melocotón estofado y fresa, 8 €. Una
versión de un clásico. El arroz cocinado con leche de coco, acompañado
con unos melocotones estofados al vino tinto excelentes, con el
contrapunto del helado de fresa que terminaba el plato. Una combinación
de sabores muy agradable. Pero, tal vez fue el más flojo de todos los postres,
el arroz para mi gusto un poco pasado y la leche de coco con muy baja
intensidad de sabor, no le aportaba gran cosa al conjunto. El melocotón y
el helado fresa inestimables en calidad.
Mouse de galletas, espuma de chocolate caliente y vainilla, 8 €. Una
delicada mousse de galleta entre láminas de chocolate negro acompañada
de una crema de vainilla y una espuma de chocolate caliente, intensa y
delicada
Un postre de lo mas correcto que nos trae recuerdos de una merienda infantil y que no decepciona.
Bizcocho de pistacho, sopa de chocolate blanco y aire de naranja, 8 €.
Si
bien el enunciado del postre destaca el bizcocho de pistacho, para mí
sobresalían en sabor e importancia el interesante aire de naranja a modo
de “nube” y el cremoso de chocolate con petazetas que ponían de
manifiesto una vez más las bondades de esta combinación clásica y
podríamos decir que infalible o explosiva por la inclusión de los
citados petazetas. El bizcocho “micro” de pistacho, excesivamente seco,
se equilibraba con la cremosidad de la salsa de chocolate blanco, sin
que esto sirva de indulto para el bizcocho. Una teja terminaba el postre
proporcionándole una textura más.
“Xocolatl”, recuerdos de Méjico, 8 €
Al
entrar en el restaurant tenía en claro que este sería un postre de los
escogidos puesto que me imaginaba que incluiría el chocolate y el
picante.
El
rojo intenso de la salsa del plato me recordaba al tabasco, elaborada a
base de pimiento rojo, dulce y con un agradable toque picante;
mientras que la construcción de chocolate, dos cilindros uno de ellos
coronado por un granizado de tequila y otro sirviendo de base a un
delicioso cremoso de chocolate. Una línea de crumble amargo y maíz
tostado finamente troceado proporcionaban contrastes y texturas al
postre. Una combinación más que acertada que no defraudo mis
expectativas.
Se
que algunos podrán recriminar que es un postre desencarnado del
entorno. Pero yo creo que es un error muy de moda intentar direccionar o
reducir a un cocinero a su entorno específico.
Petit Fours
Una
pasta de fruta de maracuyá, una magdalena de arándanos, una nube de
naranja, un caramelo de toffe y un bombón de chocolate blanco, tequila y
chile acompañaron al caféy fueron el final del menú.
Para terminar…
Servicio de sala,
formado por personal joven, muy correcto y profesional en todo momento,
que soportaron en alguna ocasión las molestias ocasionadas por las
fotografías, el alineamiento de botellas o pedirles que sirviesen una
salsa o sopa más despacio. Mencionar a Alejandro que forma también parte
de la sala, al asesorar sobre su carta, recibir la comanda y pasar
posteriormente por las mesas para cerrar la velada con el cliente e
intercambiar impresiones.
La oferta culinaria
tiene esa “estrella” más que justificada y merecida, para un menú
basado en el producto y en una técnica muy precisa aplicada a productos y
elaboraciones tradicionales de la zona, sin significar ello ninguna
traba ni lastre para nuevas combinaciones y sabores.
El menú que degustamos deja patente la excelente calidad y trato que reciben los productos del mar, pero queda para otra ocasión una interesante carta,
a primera vista puede parecer que en esta cocina se manejen únicamente
pescados y mariscos, pero nada más lejos de la realidad. Platos tan
sugerentes como Paletilla de chivo malagueño asada a la miel, con
cous-cous y tandoori; Solomillo de vaca en costra de arcilla con setas
de temporada; Cochinillo confitado con frutos secos y calabaza; Pastela
de Pichón de Bresse con almendras o Pollo de cortijo con cameroni y
trufa de verano ponen de manifiesto la versatilidad del equipo de Alejandro.
Otra de las sorpresas de la noche fue el apartado de postres que sorprendió gratamente, por su técnica, originalidad en algunos de ellos y combinación de sabores.
En definitiva una carta y menús con una excelente calidad-precio que merecen más de una visita.